Nos encontramos frente a una de las mejores obras de
arte musivario de la Historia. Se trata del mosaico del emperador Justiniano
(527-565), ya en la Alta Edad Media, pese a que se trata de Arte Tardorromano.
MOSAICO BIZANTINO DEL EMPERADOR JUSTINIANO I (547)
FUENTE: https://www.flickr.com
Se puede catalogar como una obra pictórica, como si
de un cuadro se tratase, pues su localización prácticamente idéntica a una
pintura, y se encuentra enmarcado por una orla que emplea el mismo material que
el interior de la escena.
Data del 547 y se encuentra, junto al de su mujer
Teodora (pese a la tendencia monofisita de esta) en la Iglesia de San Vital en
Rávena, futuro exarcado del Imperio Romano de Oriente. Su técnica de
elaboración es variada, predomina el opus
tesselatum, técnica más empleada durante el Bajo Imperio, pese a que
también está patente el opus vermiculatum
sobre todo en los rostros para resaltar detalles. Destaca la gran variedad de
teselas con las que se ha realizado la obra, es un mosaico atípico, que
presenta un gran colorido, incluso hay piezas cuyo color cambia en pequeños
matices con los que el artista logra realizar una cadencia del color para dar
volumen a los rostros.
De izquierda a derecha, siguiendo el comentario
preiconográfico, podemos contemplar a un conjunto de hombres, de rostros
similares, imberbes, con prácticamente los mismos atuendos que portan lanzas y
un escudo sobre el que se puede contemplar una P y una X. A continuación dos
hombres de túnica blanca cruzada con una banda morada y con rostros más
definidos que los anteriores, sobre todo el más próximo a la figura central. A su
lado, la figura central y predominante en la escena, porta una especie de
patena y posee un rostro definido, coronado y alveolado, vestido con túnica
morada cruzada con una banda de bordado dorado y azul, abrochada con una fíbula
más lujosa que la del resto de personajes. Tras él, al fondo otra figura
similar a las anteriores de túnica blanca, a la que le sigue probablemente la
segunda figura más característica ya que, junto a la central, su rostro es
también de los más definidos, aparte de que su nombre (Maximianus), está
escrito sobre él y que posee una casulla dorada sobre una túnica blanca, con
una estola también blanca en la que aparece una Cruz patada, y que porta una
Cruz dorada en sus manos. A su derecha otros dos hombres con túnica blanca, de
rostros menos definidos, que también portan elementos eclesiásticos, el de la
izquierda un misal, y el de la derecha un incensario. Cabe destacar la isocefalia
presente en toda la obra, todas las cabezas están a la misma altura, sólo
sobresale ligeramente la corona de la central. También resaltan los pies en V
de todas las figuras, elemento típico del Arte Bizantino; todas ellas iguales,
blancas y negras, a excepción de nuevo de la figura central, que son morados;
desde éste, se van pisando unos a otros en función de la importancia
jerárquica. Otras características formales de la obra aparte de la técnica y la
perspectiva jerárquica son el hieratismo, la frontalidad y la ausencia de
espacio.
Pasando al análisis iconográfico contemplamos, en el
centro de la obra, al emperador Justiniano, teñido de púrpura y coronado,
mostrando con ello la autoridad política; pero también posee un nimbo y tintes
dorados, junto a ojos almendrados, por lo que también nos quiere trasladar su
autoridad religiosa como figura divinizada.
A su derecha, personajes importantes del Imperio
como es el general Belisario, junto al emperador, personaje de vital relevancia
para la Historia del Imperio Romano de Oriente y la Renovatio Imperii, ya que a él se le atribuyen numerosas conquistas
como fue, precisamente, la de la ciudad de Rávena frente a los ostrogodos
durante la Guerra Gótica. Junto a este un funcionario próximo a él,
probablemente un segundo jefe militar, que precede a la escuadra militar en la
que sobresale un crismón (P y X sobrepuestas, símbolo de Cristo, ya que son la
letra inicial y final de su nombre en griego), otro símbolo religioso que
muestra la importancia del emperador como jefe religioso.
Por otro lado, a su izquierda, personajes relevantes
para el templo. El más próximo al emperador, aunque en segundo plano por la
presencia del obispo, se trata del banquero Jualiano Argentario, quien
subvencionó la construcción de la iglesia. Le sigue en primer plano el
arzobispo Maximiano, jefe de la región eclesiástica de la que Rávena es su sede;
junto a él otros dos personajes de la alta jerarquía eclesiástica que portan un
misal y un incensario, respectivamente.
El tema principal de la obra es la ceremonia de consagración
del templo. Pese a que nunca estuvo en él, se le presenta realizando una ofrenda
de oro, junto a un séquito de personajes importantes del siglo VI, mostrando
que por encima de la autoridad imperial se encuentra la de Dios.
Como contexto histórico, cabe destacar que Justiniano
encabeza la Primera Edad de Oro del Imperio Bizantino. Se trata de un emperador
que busca restaurar la hegemonía del Imperio Romano a través de una
centralización del poder en su figura, una capital rica que en su caso es
Constantinopla, un ejército fuerte al mando de los generales Narsés y
Belisario; y con un derecho regulador de la actividad de los súbditos, como fue
el Corpus Iuris Civilis elaborado por
el jurista Triboniano (se ampliará el contexto en un capítulo específico para
ello).
Para finalizar, lo más importante, el análisis
iconológico. ¿Qué quiere mostrar realmente Justiniano con esto? Como hemos
visto, es una persona que intenta proseguir con la tradición romana en un
contexto altomedieval. La política religiosa de Justiniano se encuentra en las
bases del Concilio de Calcedonia I del 451, donde se rechaza y se persigue la
herejía monofisita, se vuelve a aceptar la divinidad de Cristo y se reafirma la
ortodoxia. Un siglo después, Justiniano sigue defendiendo la ortodoxia del
cuarto concilio ecuménico. Se presenta aquí como máximo representante de Dios
en la tierra, lo que le sirvió para legitimar su poder y subordinar a
personajes que estaban acumulando mucho poder: el Patriarca de Constantinopla y
el Papa de Roma, con quien pese a haber estrechado lazos tras el Cisma de Anastasio
a través de la Guerra Gótica contra los ostrogodos, quiere mostrar su
superioridad imperial. La localización de los mosaicos en Rávena no es baladí,
a la muerte de Justiniano en el 565, su sucesor Tiberio II va a hacer la ciudad
la capital del exarcado, es decir, el centro del poder bizantino en Italia. Su situación
dentro del templo también es llamativa, frente al de su mujer Teodora, se
encuentran en el ábside, el lugar más sagrado de la iglesia que representa a
Dios.
David Sánchez Serrano (URJC – Historia y Turismo).
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