domingo, 7 de mayo de 2017

MOSAICO DE JUSTINIANO

Nos encontramos frente a una de las mejores obras de arte musivario de la Historia. Se trata del mosaico del emperador Justiniano (527-565), ya en la Alta Edad Media, pese a que se trata de Arte Tardorromano.

MOSAICO BIZANTINO DEL EMPERADOR JUSTINIANO I (547)

Se puede catalogar como una obra pictórica, como si de un cuadro se tratase, pues su localización prácticamente idéntica a una pintura, y se encuentra enmarcado por una orla que emplea el mismo material que el interior de la escena.

Data del 547 y se encuentra, junto al de su mujer Teodora (pese a la tendencia monofisita de esta) en la Iglesia de San Vital en Rávena, futuro exarcado del Imperio Romano de Oriente. Su técnica de elaboración es variada, predomina el opus tesselatum, técnica más empleada durante el Bajo Imperio, pese a que también está patente el opus vermiculatum sobre todo en los rostros para resaltar detalles. Destaca la gran variedad de teselas con las que se ha realizado la obra, es un mosaico atípico, que presenta un gran colorido, incluso hay piezas cuyo color cambia en pequeños matices con los que el artista logra realizar una cadencia del color para dar volumen a los rostros. 
De izquierda a derecha, siguiendo el comentario preiconográfico, podemos contemplar a un conjunto de hombres, de rostros similares, imberbes, con prácticamente los mismos atuendos que portan lanzas y un escudo sobre el que se puede contemplar una P y una X. A continuación dos hombres de túnica blanca cruzada con una banda morada y con rostros más definidos que los anteriores, sobre todo el más próximo a la figura central. A su lado, la figura central y predominante en la escena, porta una especie de patena y posee un rostro definido, coronado y alveolado, vestido con túnica morada cruzada con una banda de bordado dorado y azul, abrochada con una fíbula más lujosa que la del resto de personajes. Tras él, al fondo otra figura similar a las anteriores de túnica blanca, a la que le sigue probablemente la segunda figura más característica ya que, junto a la central, su rostro es también de los más definidos, aparte de que su nombre (Maximianus), está escrito sobre él y que posee una casulla dorada sobre una túnica blanca, con una estola también blanca en la que aparece una Cruz patada, y que porta una Cruz dorada en sus manos. A su derecha otros dos hombres con túnica blanca, de rostros menos definidos, que también portan elementos eclesiásticos, el de la izquierda un misal, y el de la derecha un incensario. Cabe destacar la isocefalia presente en toda la obra, todas las cabezas están a la misma altura, sólo sobresale ligeramente la corona de la central. También resaltan los pies en V de todas las figuras, elemento típico del Arte Bizantino; todas ellas iguales, blancas y negras, a excepción de nuevo de la figura central, que son morados; desde éste, se van pisando unos a otros en función de la importancia jerárquica. Otras características formales de la obra aparte de la técnica y la perspectiva jerárquica son el hieratismo, la frontalidad y la ausencia de espacio.

Pasando al análisis iconográfico contemplamos, en el centro de la obra, al emperador Justiniano, teñido de púrpura y coronado, mostrando con ello la autoridad política; pero también posee un nimbo y tintes dorados, junto a ojos almendrados, por lo que también nos quiere trasladar su autoridad religiosa como figura divinizada.
A su derecha, personajes importantes del Imperio como es el general Belisario, junto al emperador, personaje de vital relevancia para la Historia del Imperio Romano de Oriente y la Renovatio Imperii, ya que a él se le atribuyen numerosas conquistas como fue, precisamente, la de la ciudad de Rávena frente a los ostrogodos durante la Guerra Gótica. Junto a este un funcionario próximo a él, probablemente un segundo jefe militar, que precede a la escuadra militar en la que sobresale un crismón (P y X sobrepuestas, símbolo de Cristo, ya que son la letra inicial y final de su nombre en griego), otro símbolo religioso que muestra la importancia del emperador como jefe religioso.
Por otro lado, a su izquierda, personajes relevantes para el templo. El más próximo al emperador, aunque en segundo plano por la presencia del obispo, se trata del banquero Jualiano Argentario, quien subvencionó la construcción de la iglesia. Le sigue en primer plano el arzobispo Maximiano, jefe de la región eclesiástica de la que Rávena es su sede; junto a él otros dos personajes de la alta jerarquía eclesiástica que portan un misal y un incensario, respectivamente.
El tema principal de la obra es la ceremonia de consagración del templo. Pese a que nunca estuvo en él, se le presenta realizando una ofrenda de oro, junto a un séquito de personajes importantes del siglo VI, mostrando que por encima de la autoridad imperial se encuentra la de Dios.
Como contexto histórico, cabe destacar que Justiniano encabeza la Primera Edad de Oro del Imperio Bizantino. Se trata de un emperador que busca restaurar la hegemonía del Imperio Romano a través de una centralización del poder en su figura, una capital rica que en su caso es Constantinopla, un ejército fuerte al mando de los generales Narsés y Belisario; y con un derecho regulador de la actividad de los súbditos, como fue el Corpus Iuris Civilis elaborado por el jurista Triboniano (se ampliará el contexto en un capítulo específico para ello).

Para finalizar, lo más importante, el análisis iconológico. ¿Qué quiere mostrar realmente Justiniano con esto? Como hemos visto, es una persona que intenta proseguir con la tradición romana en un contexto altomedieval. La política religiosa de Justiniano se encuentra en las bases del Concilio de Calcedonia I del 451, donde se rechaza y se persigue la herejía monofisita, se vuelve a aceptar la divinidad de Cristo y se reafirma la ortodoxia. Un siglo después, Justiniano sigue defendiendo la ortodoxia del cuarto concilio ecuménico. Se presenta aquí como máximo representante de Dios en la tierra, lo que le sirvió para legitimar su poder y subordinar a personajes que estaban acumulando mucho poder: el Patriarca de Constantinopla y el Papa de Roma, con quien pese a haber estrechado lazos tras el Cisma de Anastasio a través de la Guerra Gótica contra los ostrogodos, quiere mostrar su superioridad imperial. La localización de los mosaicos en Rávena no es baladí, a la muerte de Justiniano en el 565, su sucesor Tiberio II va a hacer la ciudad la capital del exarcado, es decir, el centro del poder bizantino en Italia. Su situación dentro del templo también es llamativa, frente al de su mujer Teodora, se encuentran en el ábside, el lugar más sagrado de la iglesia que representa a Dios.


David Sánchez Serrano (URJC – Historia y Turismo).

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